Las reglas son simples. Los artistas juegan un partido de fútbol contra coleccionistas de arte. Si los coleccionistas ganan, cada uno de ellos obtiene una obra de arte, gratis. Si pierden, cada uno de ellos debe comprar una obra de uno de los artistas. Un juego competitivo, estresante por la tensión de la frágil relación que ata a los artistas y a los coleccionistas en el mismo campo. Dos compañeros de cama libidinosos que necesitan del otro, pero que pretenden lo contrario. Y, en la distancia, los curadores, quienes hacen lo mejor que pueden para juzgar un partido que ya antes habían arreglado.