Florence Jung es artista, secuestradora, princesa de Disney, contrabandista de bienes de lujo, falsificadora de pollos, stripper punk, estafadora, pintora académica difunta, estilista de uñas marxista, vendedora callejera clandestina… Pero lo trágico – dice ella – es la imposibilidad de ser alguien más.
Don Quijote es un hidalgo que un día decidió convertirse en un heroico caballero en España. Florence Jung buscó hacer desaparecer al Quijote de Costa Rica: compró todas las copias de todas las librerías, retiró todos los ejemplares de todas las bibliotecas y hizo ofertas para obtener todas las copias personales. Todos estos libros se encuentran hoy en día a resguardo en San José, en un lugar secreto.
TEXTO DE LA EXPOSICIÓN
El libro que tiene en sus manos es un ejercicio de reinvención excepcional: se trata de la colección de un solo y mismo libro, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, texto fundamental de la lengua española y de lectura obligatoria en los planes de estudios, incluso en Costa Rica.
Recopilar todas las copias existentes del libro constituye una forma no sólo de romper con el fantasma colonial del idioma y de sus orígenes —España—, sino de componer una biblioteca singular, un lugar donde solamente puede leerse ese texto. Luego se produce otro escrito que no se re ere realmente al texto clásico, sino a las copias de sus distintas ediciones, las cuales también son textos, un ejercicio continuo de interpretación de las guras de Don Quijote y Sancho. Al hojear dichas copias, la imaginación se pone en marcha en lo que respecta al texto: su estatuto cultural, su losofía y su relación con la práctica actual del arte.
El conjunto de la librería y del libro de copias pre gura una suerte de investigación artística enfocada en las condiciones trascendentales del conocimiento, esto es, los a priori que hacen posible el conocimiento empírico en general, y el conocimiento artístico en particular. Por tanto, cabe preguntarse: ¿qué queda aún por conocer y de qué manera pueden desa arse las relaciones entre las ideas y las cosas, las ideas y las ideas, las cosas y las cosas, las cosas y los seres, los seres y las ideas, los seres y las creaturas? Para responder dicha pregunta, la conjetura constituye un método posible.
Así, el que Florence Jung se dedicase al estudio de la pionera de las «novelas» modernas no fue fruto del azar, sino de la necesidad de volver a enfrentarse y renovar una cuestión clave: la producción de lo imposible. Conjeturar consiste en dejar que la imaginación ocupe un lugar en nuestra metodología de trabajo. En efecto, lo que distingue una práctica artística que asume el riesgo de tomar el rumbo de la conjetura —más como método que como ociosa diversión— es la capacidad de dejar en claro que, sin la irrealidad de su valor, la realidad de la existencia empírica de las cosas y de los seres no es nada.
No hay propósito en el arte pero, tal como lo expresaría Deleuze, su fuerza, su movimiento hacia lo irreal es lo que hace posible el pensamiento. Así, generar nuevas hipótesis constituye un elemento fundamental para la cultura. El espacio no es el resultado de la razón crítica (más bien la razón crítica genera diagnósticos), dado que el espacio sólo re eja un espacio ya existente. No obstante, la razón crítica permite relacionarse de una manera distinta con lo real al provocar la emergencia de una lógica distinta.
Este proyecto constituye también un extraño ejercicio de lo colonial a lo postcolonial. De lectura obligada en las escuelas —no sólo de América Central, sino también de España y de numerosos países de habla hispana—, El Quijote ha dejado de ser una novela para convertirse en el vehículo de una norma: la de cómo hablar y sentir el español. Por lo tanto, además de ser un acto de liberación, recopilar estos libros entre texto y novela constituye también una librería liberadora al estar concentrada en las copias, dado que las imágenes son las que ocupan el lugar central y no las palabras.
Este libro de copias, esta librería-exposición, representa el deseo de convertir el arte en una resolución de la voluntad general y en un bien común a través de una re exión distinta sobre el pasado y la naturaleza de una característica en común: el idioma. Llevar lo más lejos posible la idea de servicio (una biblioteca pública), de mediación, a un público en tránsito a través de la esencia familiar—se trata de un libro que todos leyeron o deberían haber leído en la escuela—, asociada a redundancias estéticas y políticas con el n de estimular al máximo la idea de cultura única, de sociedad como contrato universal acatado por todos, de deseo por inclinarse ante un bien común de nido por un grupo en un contexto histórico y económico —el cual se aleja cada día más y que, por dicha razón, se encuentra presente sobre todo en un tipo de vida intelectual semejante a una imaginación mediocre, donde se piensa que las cosas darán marcha atrás y volverán a ser «como antes».
Desde mi punto de vista, la importancia de esta exposición radica en la exuberancia con la que la artista ha dispuesto los elementos que condicionan los mecanismos de la con anza en relación a una vinculación afectiva que sigue siendo capaz de generar una idea de continuidad. Asimismo, el principal valor de este ejercicio se encuentra en su habilidad para situar todos los aparatos culturales que rodean un evento—en este caso, recopilar un libro—en un lugar donde este gesto ingenuo permitirá hacer que la maquinaria funcione hasta máximos inesperados. Lo anterior genera la idea de una nueva exuberancia cultural que revela la cima absoluta de nuestras ideas humanistas acerca del bien común, pero que también nos empuja a encontrar una manera de contradecirla, si no hoy, en un futuro próximo.
Texto por Chus Martínez. Chus Martínez es escritora y conservadora y dirige actualmente el Instituto de Arte de Basilea en la Academia FHNW.
Inauguración 28 de julio, 2016, 6-9pm. La exposición estará abierta del 28 de julio al 20 de agosto
Reseña de la exposición: ArtCritical (ingles) / La Nación (español)